Los hermanos cordero
Durante un periodo donde casi el 80% de puertorriqueños eran analfabetos, donde no había escuelas públicas y el acceso a la educación era muy limitado para las mujeres y los negros, los hermanos afro-puertorriqueños Gregoria, Celestina, y Rafael Cordero Molina decidieron educar a niñas y niños negros fundando escuelas gratuitas que fomentaron la integración social y racial. Los estudiantes se reunían en su casa modesta en la Calle Luna en el Viejo San Juan, un vecindario en el cual muchos de los residentes estaban esclavizados. Los Corderos enseñaban materias que habían aprendido de sus padres–la lectura, escritura y las matemáticas–y los valores de la fé cristiana–generosidad, igualdad y amor.
Las escuelas fueron establecidas más de cincuenta años antes de que la esclavitud fuera abolida en Puerto Rico y treinta y cinco años antes de que existieran escuelas privadas organizadas a nivel federal. Luego de más de dos décadas como maestrea, en el 1820, Celestina (1787–1862) fundó una de las primeras escuelas para niñas en Puerto Rico, la cual después fue dirigida por su hermana, Gregoria (1784–1845). En el 1810, Rafael (1790––1868), empezó una escuela para niños en San Germán, que después fue reubicada a San Juan. Al ofrecer una educación y oportunidades para mejorar las vidas de niños negros y mulatos, los hermanos crearon un espacio que desafiaba la opresión racial a través de un amor radical y generosidad intelectual. Aunque al crear esta escuela, una de las metas de Rafael era poder ofrecer oportunidades a niños de color, la escuela adquirió tanto prestigio que familias blancas y ricas empezaron a mandar a sus hijos a estudiar ahí. Al desafiar las premisas racistas de la época, las escuelas ofrecieron esperanza en medio de la legislación anti-negra de 1848 e impulsó a generaciones subsecuentes a involucrarse en el movimiento abolicionista.
Una incansable defensora de la educación, Celestina logró ser reconocida por la ciudad como maestra, aunque no logró recibir apoyo gubernamental para fundar oficialmente su escuela para niñas en San Juan. Sin embargo, Rafael Cordero continuó apoyando financieramente a las escuelas reparando zapatos y haciendo cigarros desde su casa. Cuando recibió el Premio de la Virtud otorgado por la Sociedad de Económica de Amigos del País, Cordero distribuyó el premio recibido de 100 pesos de plata entre los estudiantes y otras personas en la ciudad. En 1851, después de que murió Gregoria y que Celestina se enfermara, Rafael a quien ya se le conocía como “Maestro”, se cercioró que dos de sus estudiantes continuarían la escuela para niñas. A pesar de vivir tiempos difíciles, Rafael, vestido en su clásico traje azul y sombrero negro de alpaca, iba a misa todos los días a las cuatro de la mañana y se convirtió en un símbolo de su fé inquebrantable en la comunidad y la educación. Fue tan amado que 2,000 personas estuvieron presentes en su funeral en 1868. Aunque ninguno de los hermanos Cordero dejó escritos personales, su trabajo y su firme compromiso a mantener la justicia y la igualdad de oportunidad, continúa a inspirar a generaciones de estudiantes, maestros y activistas.
Para más información: Círculo Maestro Rafael Cordero, Vida y Obra del Maestro Rafael (Colegio San Antonio Abad, 2010); Jack and Irene Delano, En Busca del Maestro Rafael/In Search of the Master Rafael (Rio Piedras: Universidad de Puerto Rico, 1994); y Zulmarie Alverio-Ramos, “Biografía de Celestina Cordero Molina,” https://www.monografias.com/trabajos85/biografia-celestina-cordero-molina/biografia-celestina-cordero-molina.shtml